Hace poco Marta Ferrusola, esposa del expresidente de Cataluña Jordi Pujol, dijo en una entrevista que una persona sin apellido catalán no debería ser presidente de esa comunidad autónoma de España. Esta desafortunada declaración da mucho que pensar y sugiere que los apellidos (en plural, porque los hispanos usamos dos), son más importantes de lo que creemos porque dicen mucho de nuestro origen. Hablemos un poco de apellidos de origen español.
Hay muchos apellidos hispanos con la terminación “ez”, como López, Martínez, Fernández, etc. Esta terminación significa “hijo de”. Parece que viene del idioma vasco o euskera y se introdujo en la Edad Media. Así López es hijo de Lope, Martínez es hijo de Martín y Fernández es hijo de Fernando. Este procedimiento de crear apellidos mediante un afijo es similar al de muchas otras lenguas y es el caso de los apellidos Wilson, Friedrichsohn, McArthur, Denisovich y Sorensen.
El caso de los dos apellidos que tenemos en España y en los países latinos es algo poco frecuente. Los hispanos ponemos primero el apellido del padre y después el de la madre, aunque los portugueses y brasileños ponen primero el de la madre. Desde hace solo unos años, en España se puede inscribir a los hijos en el Registro Civil con los apellidos al revés de lo habitual; es decir, primero el de la madre y después el del padre.
Pero el origen de los apellidos no es exclusivo del nombre del padre, sino que muchos tienen su origen también en el oficio familiar, en un lugar geográfico o en las características físicas de los antepasados. Ejemplos frecuentes en España son Zapatero, Molinero o Molina, Herrero; Valencia, Toledo, Villar y, finalmente, Rubio, Moreno, Calvo, etc.
Y en el tema de los apellidos es especialmente curioso el caso de los que tienen su origen en la procedencia social. Por ejemplo, el apellido Expósito hace referencia a la exposición de los recién nacidos cuando se desconocía su procedencia. Es decir, eran niños abandonados por sus padres y en el orfanato se les ponía ese apellido.
Otra curiosidad sobre los hispanos y los apellidos es que las mujeres españolas e hispanoamericanas no pierden su apellido cuando se casan y se siguen llamando igual toda la vida. Antiguamente se solía añadir al nombre de la mujer casada un “de tal”, indicando el apellido del marido. Por ejemplo, si el marido de Sara Zapatero se apellidaba Martínez, el nombre de ella pasaba a ser Sara Zapatero de Martínez. Es una forma abreviada de decir “señora de…”, como Sara Zapatero, Sra. de Martínez. Pero hoy en día prácticamente no se utiliza.
Por otro lado, hasta hace relativamente poco, a las mujeres casadas se les llamaba “señoras”, mientras que a las solteras se les llamaba “señoritas”. Sin embargo, este tratamiento claramente sexista, está desapareciendo. Al igual que los hombres tienen el tratamiento de señores, las mujeres tienen el tratamiento de señoras, independientemente de su estado civil o de su edad.
Por cierto, esa denominación de los apellidos por su origen se llama patronímico.